Aun cuando esta no es una muestra representativa de
la población trabajadora chilena y los resultados no
son necesariamente válidos para Chile, las cifras que
presentamos muestran algunos elementos interesantes.
El principal de ellos es que se consolida la situación, ya
observada en los resultados de 2015, que los lugares
o centros de trabajo más pequeños (menos de 26
trabajadores) tienen un menor riesgo psicosocial. Un
63,6% de los lugares con menos de 26 trabajadores
tienen riesgo bajo, pero solo un 28,4% de los lugares
con más de 500 trabajadores. A la inversa, el riesgo
más elevado se concentra en los lugares de trabajo
con mayor cantidad de trabajadores. La prevalencia de
“riesgo alto” es mayor (10,4%) en los lugares de más
de 500 trabajadores, mientras que los lugares con
menos de 26 trabajadores muestran una prevalencia
de “riesgo alto” de solo un 2,7% (chi cuadrado significativo;
p < 0,001).
El riesgo bajo, para los lugares de trabajo pequeños,
se concentra en las dimensiones 2 (“Trabajo activo y
posibilidades de desarrollo”) y 1 (“Exigencias psicológicas”).
Esto puede indicar que en estos lugares los
trabajadores tienen un mucho mayor control de su
trabajo y las exigencias probablemente sean más ajustadas
a las capacidades individuales. Hemos propuesto
que esta diferencia puede deberse a que en los
lugares de trabajo pequeños existe una relación
mucho más personalizada con los jefes y/o dueños
(que en la mayoría de los casos coinciden en la misma
persona). Esta relación se pierde en los lugares de
trabajo con más trabajadores y probablemente empeoren
los factores psicosociales.
El otro elemento interesante se refiere a las áreas
económicas que concentran el “riesgo alto”. El área
que concentró una mayor prevalencia de “riesgo alto”
fue la de servicios de alojamiento (hoteles) y comida
(incluye restaurantes tradicionales y de comida rápida,
y servicios de comida industrializada), con un 10,3%.
Una siguiente categoría incluye minería, salud
humana, enseñanza (incluye todo tipo de enseñanza,
desde la parvularia hasta la universitaria y la de capacitación),
y electricidad, gas y combustibles, con una prevalencia de “riesgo alto” entre 5,3 y 6,2%. Por otra
parte, salud humana y enseñanza tienen una prevalencia
de “riesgo alto” más o menos elevada (5,8 y 5,3%
respectivamente), lo que es esperable porque prestan
servicios directos a personas, y este tipo de servicio
suele concentrar mayor riesgo psicosocial.
Es llamativa la condición de la construcción, con una
baja prevalencia de lugares en riesgo alto (1,3%) y una
alta prevalencia de lugares en riesgo bajo (71,3%).
Este fenómeno, para el que no tenemos una hipótesis
definida, debiera ser estudiado.
En el cuestionario versión completa, tal como en 2015,
las mujeres muestran peores condiciones que los
hombres.
En primer lugar, el riesgo (odds ratio) de ser un caso de
salud -tener dos o más desviaciones estándar por
debajo de la media chilena (Olivares, 2005)- es desfavorable
para las mujeres.
En segundo lugar, la mayor parte de las subdimensiones
de riesgo psicosocial muestran OR desfavorables
y significativos para las mujeres. En particular el riesgo
alto en la subdimensión Preocupación por las tareas
domésticas muestra el OR más elevado para las mujeres
(OR = 1,59), lo que indica una clara diferencia de
género respecto de las labores relacionadas al hogar.
También la subdimensión Exigencias emocionales
muestra un OR significativo entre riesgo alto y género
femenino (OR = 1,29), lo que podría explicarse porque
las mujeres suelen tener con más frecuencia ocupaciones
de servicio que implican mayores exigencias de
esta naturaleza. Pero hay que agregar que en la mayoría
de las subdimensiones los OR son significativos
para las mujeres, por ejemplo, en las subdimensiones
Influencia (posibilidad de controlar el propio trabajo),
Control del tiempo, Posibilidades de desarrollo, Calidad
de liderazgo, Claridad de rol, Relación con los
superiores y con los compañeros. De estas, los OR
más elevados son Influencia (OR = 1,20), Control del
tiempo (OR = 1,12), Posibilidades de desarrollo (OR =
1,18) y Calidad de liderazgo (OR = 1,13).
Estas subdimensiones muestran que las mujeres se
encuentran en una posición de mayor sometimiento en
el trabajo, con escasa latitud de decisión -en la terminología
de Karasek (1979)-, con peores condiciones
de liderazgo y posibilidades de desarrollo que los hombres.
Lo anterior refuerza lo observado en los resultados
de 2015, mostrando más evidencia que las
diferencias de género no solo se dan en el ámbito de la
doble presencia, sino que más bien se trata de un
problema amplio para las organizaciones y que debe
ser abordado desde un espacio organizacional que
aborde las 5 grandes dimensiones de riesgo.
Notemos una vez más que, aunque las cifras son
interesantes, una debilidad de estas es que los cuestionarios
no fueron aplicados a través de un muestreo
aleatorio o probabilístico, de manera de ser representativos
de la población trabajadora chilena. (Fuente: SUSESO).
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